Pregón Semana Santa Sierra de Yeguas 2.001
Este pregón fue organizado y
presentado por la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, y el encargado de
hacerlo fue un hermano cofrade de esta hermandad, D. José María Mancheño Luna,
en la Parroquia Inmaculada Concepción de nuestra localidad, el día 7 de Abril de
2.001.
En este caso tenemos la
presentación realizada por D. Juan José Oliva Borrego, pregonero de la Semana
Santa del año 2.000, donde versa lo siguiente:
Muy buenas noches, agradecer a
los representantes de nuestro Ayuntamiento y a todos los representantes de las
diversas Hermandades de nuestra localidad, así como al pueblo y amigos todos en
general, la deferencia mostrada asistiendo a este primer acto oficial de la
Semana Santa 2.001.
Como ya sabréis todos, la
pronunciación del Pregón Oficial de la Semana Santa de este año corresponde a
la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno. A petición de esta Hermandad, a
la que agradezco la consideración tenida con mi persona, intervengo en el acto
de este pregón oficial en calidad de presentador del mismo y también al objeto
de presentar al pregonero.
En mi modesta opinión, el
Pregón Oficial de la Semana Santa debe ser un ejercicio de exaltación de esta
semana mayor, de esta semana grande, de esta semana de arte, cultura y fiesta.
Pero además, creo que debe ser exaltación de la vida, pasión y muerte de
Jesucristo en la cruz, debe ser, en suma, una parada ante la cara triste,
trágica y amarga de un hombre que murió en la cruz por todos nosotros. Porque
realmente este hecho es el que se rememora y celebra.
Este año es una persona joven
quien oficia de pregonero y que pretenderá fundir esos dos sentimientos
cofrades, dándonos su visión sobre la Semana Santa de nuestro pueblo.
La Cofradía de Jesús Nazareno
ha confiado este año la pronunciación del Pregón Oficial a un joven cofrade de
la misma: a José Mª Mancheño Luna.
Titulado universitario
superior, jesuista por parte de padre, a pesar de su juventud, puedo decir que
José Mª, se ha significado desde pequeño por su afecto hacia la Cofradía de
Jesús Nazareno a la que pertenece desde muy pequeño, estando ligado también por
razón de su madre, abuelo materno y esposa a la Hermandad del Santo Entierro.
En su joven vida cofrade, ha estado muy ligado a la Semana Santa de Sierra de
Yeguas y a su Hermandad, en la que, desde los 17 años y en diversos periodos,
ha desempeñado varios cargos directivos, como son el de vocal, segundo
secretario, y, este año concretamente, el de mayordomo o capataz de paso.
Y sin más por mi parte, cedo
la palabra a nuestro pregonero.
A modo de preámbulo quisiera
agradecer a Juan José Oliva las palabras que ha dedicado tanto a mi Hermandad
como a mí mismo y aprovechar para felicitarlo en el día de su cumpleaños que me
costa que es hoy; agradeceros también a todos vuestra asistencia y deciros que
es un orgullo y motivo de gran satisfacción para la Hermandad de Nuestro Padre
Jesús Nazareno y para mí mismo, la oportunidad que se nos brinda este año de
pregonar oficialmente la Semana Santa de Sierra de Yeguas.
En días pasados, le comentaba
a nuestro párroco que había dudado en aceptar este especial encargo pues
entendía que quizá sería más idóneo que una persona mayor que yo, con más
experiencia cofrade, elaborara el pregón, sin embargo, él me respondió que
también era muy interesante e importante que un cofrade joven explicara y
mostrara su opinión y visión sobre la Semana Santa. Y a ello me dispongo a
contaros y relataros sobre nuestra Semana Santa.
Como desde casa siempre, las
puertas de nuestra Iglesia se preparan para abrirse y dar lugar a la
escenificación de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Por las
calles de este pueblo, por donde diariamente transcurre nuestra vida,
procesionaremos a los Titulares de nuestras Cofradías y rememoraremos y
experimentaremos la pasión y muerte del hijo de Dios, aquel que representa el
amor de Dios hacia todos nosotros.
Se abrirán esas puertas y ante
nuestros ojos se mostrará Jesucristo humillado, encarnecido, flagelado,
condenado a muerte y entregado a la Cruz, crucificado, muerto y resucitado. Por
unas horas el misterio de su muerte y de nuestra fe se nos mostrará para
recordar el triste y cruel peregrinar del hijo de dios por este mundo de los
hombres.
Nuestras Cofradías recorrerán
esas calles y con imágenes, luces, cornetas, trompetas, tambores y muy diversos
signos caminarán y procesionarán con Cristo en su penitencia y todo nuestro
pueblo caminará con ellas, acompañando al Mesías en su difícil camino.
Jesucristo caminará y nosotros con Él, a hombros o a su lado, su cruz será
nuestra cruz y su sufrimiento el nuestro. Sus sudores y lágrimas se harán
realidad, una vez más, en todos nosotros, cofrades y hombres de fe que,
humildemente, reconocemos y agradecemos de todo corazón su sacrificio pro todos
nosotros. Seremos sus compañeros de camino, alumbraremos su fatigoso andar con
nuestros cirios y nuestro ruegos y oraciones le reconfortarán porque así
comprenderá que su sacrificio no fue en vano.
Se abrirán esas puertas y ante
nuestros ojos aparecerán bellas imágenes que encarnarán los misterios y
sentimientos que envolvieron la pasión y muerte de Jesucristo. Belleza, mucha
belleza, moldearon con sus manos Castillo Lastrucci, Navas Parejo, Santos
Rojas, la escuela valenciana… todos ellos, en un difícil arte, dotaron a esas
imágenes de belleza pero también de vida eterna, como Cristo Resucitado;
imágenes que trascienden y se hacen vida por unos días, en Semana Santa.
La fe religiosa convertida en
cultura, arte y tradición, eso es la Semana Santa.
Llega la Semana Santa a
nuestro pueblo. En mi opinión, llega la fiesta más importante y la que más
personal e intensamente vivimos los serranos, sólo comparable con el Día de
nuestro Patrón San Bartolomé. Importante y yo diría que única por muchas cosas,
pero, sobre todo, porque pasión, tragedia y religión se mezclan de manera muy
atípica, intensa y honda.
La Semana Santa corre por las
venas de los serranos durante todo el año. Aunque en estos últimos meses este
sentimiento se hace más presente. Desde hace semanas llevo escuchando a
nuestros saeteros orando a Cristo y a su Madre con sus saetas, cantar de nuestra
tierra que se hace presente todas las primaveras, como decía el poeta; nuestros
hombres y mujeres limpian y blanquean sus casas preparando así el camino blanco
y eterno que recorrerán nuestros Titulares; nuestros queridos emigrantes
retornan as u casa para peregrinar y procesionar con sus Cofradías en
penitencia; y veo también el constante ir y venir de nuestras mujeres a los
hornos del pueblo para elaborar esas magdalenas y suspiros y también piononos
que nos endulzarán estos días de pasión y tragedia.
Sin embargo, detrás de esta
Semana Santa, tras esos siete días, se esconde un año de trabajo y esfuerzo de
los que a mi juicio, mantienen y reviven cada año la Semana Santa, y me estoy
refiriendo a las Cofradías y, especialmente, a sus Juntas Directivas.
Las Cofradías son depositarias
de la fuerte tradición cofrade de nuestro pueblo, y, en suma, son las hacedoras
de nuestra Semana Santa. Año tras año trabajan y se esfuerzan por mejorar sus
procesiones y con ello mejoran y hacen mucho mejor a nuestra Semana Santa.
Particularmente, siempre
estaré agradecido a todos los hombres y mujeres que dirigen las Cofradías de nuestro
pueblo, ya que, gracias a su trabajo y dedicación, me han permitido disfrutar
de momentos e imágenes bellas e inolvidables. No hay duda de que una Cofradía
depende fundamentalmente de sus cofrades, pero la capacidad de gestión y de
trabajo de los que las gestionan es fundamental para encauzar por buen camino
ese apoyo cofrade que es más intenso cuando va acercándose la Cuaresma. Muy
especialmente quiero agradecer ese trabajo a los cofrades que dirigen a la
Hermandad del Stmo Cristo de la Bondad, la más joven de todas y que todos tenemos
muy olvidada, pues sin su labor estoy seguro que nuestra querida Pollinica
quizá llevaría algunos años sin procesionarse.
Y por último, debo y quiero
reconocer a todos aquellos que hicieron de la Semana Santa de mi pueblo más
grande, más bella, más importante y que por desgracia hoy ya no se encuentran
entre nosotros. A todos aquellos que se significaron especialmente por su amor
a la Semana Santa Serrana, a aquellos que cantaron saetas, a aquellos que
relataron y pregonaron sobre nuestra Semana Santa, a aquellos que fueron
Hermanos Mayores, secretarios, tesoreros, directivos de cualquier cofradía, a
aquellos que, en fin, trabajaron por devoción en nuestras cofradías y en
nuestra Semana Santa…. A todos ellos, simplemente, agradecerles su dedicación y
esfuerzo porque lo que hoy disfruto es también fruto de su trabajo.
Ha llegado la Semana Grande en
Sierra de Yeguas. Y las puertas de nuestra Iglesia se abrirán y comenzaremos
así, en un ejercicio de fe, a vivir un año más el Evangelio. Mañana mismo, las
calles de nuestro pueblo se alfombrarán con las ramas de olivos de nuestros más
pequeños que acompañaran a la Pollinica en su camino y entrada triunfal en
Jerusalén, donde le saludaremos y vitorearemos como el Mesías, el hijo de Dios.
Antes de verlo humillado y
condenado a su fin, los hombres y mujeres recorreremos en estación de
penitencia las calles de nuestro pueblo en un ejercicio de comprensión de la
vida de Jesús y de nuestra Fe cristiana, oraremos y rogaremos por Él y por
todos nosotros ante Dios nuestro Señor.
Judas le traicionará y le
venderá por treinta monedas, Pedro lo negará y Pilatos le condenará. Flagelado,
humillado, y coronado de espinas saldrá Nuestro Padre Jesús de la Humildad.
Pensativo y resignado caminará cabizbajo, con la cara apoyada en su mano,
impasible. Cuanta dulzura y amor habrá en sus ojos. Los hermanos de la Humildad
alumbrarán el caminar del rey de los judíos y acompañaran a Jesús en esas horas
tan difíciles, en esas horas en que ya ha escuchado su sentencia de muerte y en
el que, a buen seguro, las oraciones y vítores de nuestros entrañables
“forasteros” servirán de confortación a tanta pena. A hombros le llevarán en un
camino triste por nuestras calles, únicamente su cara brillará entre tanta
tristeza.
La sentencia de muerte se ha
ejecutado. Tras implorar a Dios por su desamparo y exhalar su espíritu,
procesionará el Santísimo Cristo de la VeraCruz casi desnudo y muerto, clavado
en la Cruz y a sus pies, tocada de verde, nuestra madre María Santísima de la
Esperanza llorará amargamente. Todavía sus brazos, costados y pies nos muestran
la sangre divina que ha derramado por todos nosotros. La tragedia se ha
consumado y quien mejor lo sabe y lo entiende es su madre, nuestra Virgen de la
Esperanza. No habrá consuelo para ella, llorará tristemente y con ella todos
los hermanos del Cristo, que no la dejarán sola, le enjugarán sus lágrimas y le
ofrecerán su hombro como apoyo para mitigar su pena. Y cuando por la calle
Harina les suben, cuando el camino es empinado y esforzado y las fuerzas
escasean, cuando la noche es más fría y algunos podrían abandonar, nuestros
hermanos del Cristo le dirán a su Esperanza que no está sola, que apretarán el
hombro y conducirán a Cristo al Templo, donde le ayudarán a su Virgen a
desclavarlo de la Cruz y a quitarle esa corona de espinas, prueba de la
humillación padecida.
La Virgen de la Esperanza no
quiere mirar y no mirará a su hijo muerto, clavado a un madero y coronado de
espinas. Su mirada siempre perdida al frente y, como su vestido verde
esperanza, sus pensamientos estarán con su hijo … pero vivo, resucitado al tercer
día.
Viernes Santo por la mañana.
El tiempo se detiene y a las puertas de la Iglesia se asomará Nuestro Padre
Jesús Nazareno, como decimos los jesuistas “el mejor de los nacidos”.
Sudoroso, ensangrentado, la
mirada humillada, las mejillas amoratadas por los bofetones recibidos, con la
boca entreabierta en una esforzada respiración, vestido de púrpura, con la Cruz
a cuestas y la corona de espinas clavada en sus sienes. Todos los que le aclamaron y vitorearon como el Mesías
le han abandonado, le han traicionado y ello se ve también en sus ojos tristes
y hundidos. Entre ruido de cornetas y tambores, de vivas apasionados y de
lágrima de pena y también de alegría aparecerá Jesús Nazareno. Es la mañana de
Jesús, la mañana de los jesuistas y del pueblo de Sierra de Yeguas.
Despuntara el Sol y nuestras
blancas calles y casas se iluminarán alumbrando el trágico paso de Jesús
Nazareno que, a latigazos, será llevado al Monte Calvario donde le
crucificarán.
Las cornetas y tambores
abrirán su paso por nuestras calles y la oración hecha saeta redimirá su pena y
agonía. Azotado y humillado será conducido a la muerte, su muerte por todos
nosotros. Pero no estará sólo, con Él, inseparables y a modo de cirineos, todos
los jesuistas que con su hombro le ayudarán a llevar su cruz, y le aliviaran su
corazón roto por tantos insultos y sufrimiento.
Y tras él, como siempre,
nuestra madre, la Virgen de los Dolores. Desconsolada llorará en pos de su
hijo, al que no alcanzará, en un camino interminable de angustia y dolor. Con
su pañuelo al viento será llevada a hombros por los dolorosos que con ella
llorarán y sufrirán el camino hacia su fin de Jesús Nazareno. Y en mitad de la
calle La Cruz, casi llegando al barrio, se encontrará el Hijo con su Madre, la
Madre con su Hijo. Será un breve instante donde sus miradas cómplices se
cruzarán. ¡Cuántos recuerdos de infancia, su niño, Belén, también la aldea de
Nazaret, toda una vida pasará por la mente de esa madre, rota por el dolor!
Intentará la Dolorosa acercarse a su hijo para besarle, para secarle el sudor y
la sangre que chorrea por su mejilla, y para refrescar su garganta. Pero su
intento será en vano, a pesar de los esfuerzos de los jesuistas y dolorosos en
acercarlos, en juntarlos, en abrazarlos. No servirá tu pañuelo Virgen de los
Dolores. Y tú Jesús Nazareno, no podrás abrazar a tu madre ni reconfortante en
su regazo, pero a través de tus hermanos jesuistas gritarás: ¡Madre no me dejes
sólo, acompáñame! Y así será. Entre los varales la pena se mecerá y la Virgen
de los Dolores acompañará a su hijo, a Jesús nazareno y le verá agonizar y
morir.
La muerte del hijo de Dios se
ha consumado. Las campanas tocarán a duelo y silencia y la noche se hará más
noche, más negra. El Santo Entierro de Cristo procesinará por nuestras calles
en un silencio grave. El hijo de Dios yace muerto en su sepulcro y el pueblo de
Sierra de Yeguas vela por él. Ya no sufrirá más, ya no sangrará más ese cuerpo
divino roto por tanto sufrimiento y dolor, Jesús de Nazaret en un profundo
ejercicio de amor ha muerto en la Cruz por todos nosotros.
Tras el su Madre, nuestra
Madre, María Santísima de la Soledad, sigue fielmente su camino con la cruz
desnuda y las escaleras a su espalda. Coronada, con un vestido negro como la
noche y con el corazón roto por la muerte de su Hijo. Su cara trágica. Y en sus
manos abiertas el pañuelo que no utilizó y los clavos y corona de espinas del
rey de los judíos, de su hijo. Los hermanos enterristas, en vano, intentarán
calmar su llanto. No quedan ya lágrimas para llorar tanto sufrimiento y dolor,
tanta pena y tanta desgracia. Y tampoco hay palabras para describir, a pesar de
ese dolor y sufrimiento, la belleza inigualable e infinita de la Virgen de la
Soledad.
Los hermanos enterristas
mecerán muy lentamente su pena y le servirán el consuelo necesario y le darán
todo su ánimo y esperanza, porque el hermano enterrista y con él todo el
pueblo, al llevar siempre presente en su vida la imagen de Cristo, procesiona
en la esperanza confiada del Señór Resucitado y vivió eternamente. Porque al
tercer día resucitará.
Se abre la puerta de la Semana
Santa serrana. Deseo que estos días de fe hecha cultura y tradición nos sirvan
para comprender mucho mejor el sacrificio que Jesucristo hizo por todos
nosotros, pero también para que su enseñanza y mensaje lo apliquemos
diariamente en nuestras vidas, viviendo siempre en la confianza de Dios nuestro
Señor.
Y que, por supuesto, nuestras
oraciones, aplausos, saetas y vivas suenen mejor que nunca para acompañar a
Jesús en su trágico peregrinar hacia la Cruz.
Ya se oyen serranos las
oraciones, la voz del capataz llamando
al orden a los hombres de trono y el toque de su martillo sobre la campana, ya
se escucha la saeta, la corneta y el tambor….ya se dispone a salir pueblo de
Sierra de Yeguas, el Hijo de Dios.