martes, 25 de marzo de 2003

Pregón Semana Santa Sierra de Yeguas 2.003



Pregón Semana Santa Sierra de Yeguas 2.003

Este pregón fue organizado y presentado por la Hermandad de Santísimo Entierro de Cristo y María Santísima de la Soledad, y el encargado de hacerlo fue un hermano cofrade de esta hermandad, D. Juan Sánchez Torres, en la Parroquia Inmaculada Concepción de nuestra localidad, el día 22 de Marzo de 2.003.


Antes de comenzar el pregón quisiera dar las gracias a mis hermanos y hermanas enterristas, por haber depositado en mí la responsabilidad de ser el pregonero, este año nos ha correspondido también la presentación del cartel de la Semana Santa y he de confesaros que aunque ha sido para mí un motivo de orgullo, también me provoco una cierta preocupación, porque si ya de por si cada uno tenemos nuestra propia forma de ver y de sentir los actos, palabras, gestos y símbolos que se agrupan y mezclan para dar lugar a esa manifestación que vivimos como La Semana Santa, cuanto más expresarlo e intentar que os llegue a todos vosotros y que durante unos instantes os haga sentir lo mismo que yo siento en esos días.

Hace escasos día llamé a Manolo para pedirle que fuera la persona que hiciera  los honores en la presentación, mostró entusiasmo, alegría y tras cruzar con él unas pocas palabras me prometió que hoy estaría aquí para entregarme el testigo, como veis ha cumplido su palabra y sólo puede decirle Gracias. Y no solo por tu presencia hoy aquí, y las palabras que nos has dirigido, si no por haber puesto también, tu grano de arena en la Semana Santa Serrana ¡Gracias Manolo!

PREGÓN

Hace más de 25 años que salí de Sierra de Yeguas para estudiar en Granada, aquel año cuando se acercaban las fechas para las vacaciones por Semana Santa todos estamos nerviosos por llegar a nuestro pueblo; solo hacia alimentarme esa espera con recuerdos de las impresiones que desde mi niñez tenia de la Semana Santa, todo comenzaba con el Domingo de Ramos, aquel acto era el preludio de algo grande que alteraría la vida del pueblo durante esa semana.

La mayoría de los niños pasábamos el  día en la plaza jugando y pendiente de lo que acontecía en la iglesia, la llegada de tronos, la colocación de las flores, y sobre todo pendientes de las conversaciones de nuestro mayores, sobre las bandas que llegarían, la cantidad de músicos e imaginando  que clase de raje traerían, si de colores o militar y siempre pensaba si vendría algún corneta solitario para atravesar con una canción el corazón de todos los que escuchábamos atentos y sorprendidos.

Llegaba la Semana Santa y todo el pueblo hervía en un ajetreo fuera de lo normal.

Pero cuando en verdad se palpaba la Semana Santa era el jueves por la tarde con el retumbar de los tambores por las calles del pueblo nos anunciaba lo que estaba a punto de ocurrir y comenzaban a verse por las calles los primeros penitentes del Cristo vestidos de negro con capas verdes y las primeras túnicas blancas de los hermanos de la humildad y nos poníamos nerviosos pensando en que no nos daría tiempo a estar vestidos para ver salir a los pasos y poder escuchar las bandas de cornetas y tambores. La noche trascurría entre las dos procesiones que eran una sola. Al día siguiente nos despertaba los tambores y las cornetas y nuestras madres nos tenían preparada la ropa que estrenaríamos la mañana del Viernes Santo. Como todos los niños una de las preocupaciones más importantes era el buscar un sitio bueno en el encuentro, lo más cerca posible de los pasos donde se escuchara con fuerza las voces de capataces, hermanos mayores y costaleros. Apenas había acabado la procesión me quedaba tiempo para vestirme y salir con la hermandad a la que pertenecía mi padre y mis dos abuelos y con la que yo, me sentía más identificado.
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Estos son los recuerdos que tenía de la Semana Santa siendo niño, pero hubo un año en que algo cambió, quizás el segundo o tercer año que pase en Granada, en aquella época conocí a un paisano nuestro y para más señas cura, se había criado con mi padre en la calle oliva y creo justo el recordarlo hoy, Antonio Mora, un jesuita hasta la medula, estuvimos hablando muchas horas del mensaje, la muerte y pasión de Cristo.

Cristo se enfrentó a todos los poderosos de su época, su mensaje fue aclamado por todo el pueblo, sus palabras y sus obras movían multitudes, y esto, le dio ante el pueblo un momento de gloría por eso es recibido en Jerusalén y aclamado por todos, además entra como predecían las escrituras que entraría el Mesías, sobre un pollino, y este momento de gloria y jubilo se han encargado de recogerlo y procesionarlo, nuestra joven hermandad de Jesús de la Pollinica es el ¡Domingo de Ramos!, ¡Jesús está aquí es el Mesías!, ¡el Salvador!.

Pero el poder religioso y el poder político, no perdonan y buscará todos los medios a su alcance para torturar y matar al hijo de Dios. Estos últimos momentos, y quizás los de mayor intensidad, son los que año tras año recordamos en la Semana Santa y Sierra de Yeguas con mayor intensidad el Jueves y Viernes Santos. 

Uno de los momentos más dolorosos de Jesús es cuando es traicionado y negado por aquellos con los que durante muchos años había compartido el pan y el vino, es llevado preso y lo despojan de sus vestiduras, los guardias se ensañan a latigazos y para continuar el castigo le colocan una corona de espinas y estos momentos de soledad y amargura son los que vemos reflejados en el paso de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y en esa imagen que representa a Jesús entregado a un pensamiento de penas y de una inmensa soledad. Por eso nuestros hermanos de la humildad se encargaran de acompañarlo, de arroparlo, de decirle durante la procesión que están con él, que no se sienta sólo, los hermanos de la humildad no pueden poner palio para protegerlo, no pueden evitar su sufrimiento, y en un intento por calmar su dolor cubrirán sus pies de flores para procesionarlo por las calles de Sierra de Yeguas.

Jesús es sentenciado a muerte, a muerte por crucifixión, lleva el cuerpo lleno de latigazos, la cabeza lacerada por las espinas, muchas horas sin beber ni comer y sobre sus hombros van a cargar la cruz que será su patíbulo, la subida al calvario será una agonía lenta, todos los que conocemos ahorra esta historia sentimos al recordarla rabia e impotencia, cuanto más los hermanos jesuitas, que lo llevan sobre sus hombros y cada vez que el capataz toca la campana para un alto y miran hacia arriba para ver en su imagen el rostro de Jesús lleno de sufrimiento y quebranto. No pueden ahogar en su garganta esa pena y arrancan con una saeta de dolor y pasión o con un grito de “viva nuestro padre Jesús”. Vosotros jesuitas habéis elegido llevar al rey de los cielos en su último camino como hombre entre los hombres y quizás hubierais dado lo que fuera por haber sido Simón de Cirene para haber descargado de la Cruz a Jesús el Nazareno.

Aquellos momentos, cuando Jesús subía al Gólgota, entre los testigos había muchos que conocen al maestro y lloran su pena, pero nadie como María, su madre, el dolor que está sintiendo ahoga su corazón, lo atraviesa y lo desgarra, sin embargo María no se separará en ningún momento de su hijo, no podrá tocarlo, la agonía de Él será la suya y cada gota de sangre que Cristo derrame desangrará el corazón de su Madre.

Los hermanos dolorosos son conscientes de ese sufrimiento, saben muy bien la pena que ahoga el alma de María, la alzarán y llevaran cerca de su hijo, intentarán en un vano esfuerzo de evitar ese padecimiento, no podrán enjugar las lágrimas que caen por su rostro y en premio a ese esfuerzo los hermanos de María Santísima de los Dolores serán testigos de ese momento desgarrador, del encuentro de la Madre con su hijo.

La sentencia se ha cumplido, Jesús ha sido clavado en la Cruz, la muerte lo rodea para arrancarle el último aliento, apenas le llega el aire a sus pulmones, la tortura de la cruz es asfixiante y cualquier palabra o gesto es un acto que requiere un enorme esfuerzo, un dolor lento va mordiendo como una tenaza cada uno de los músculos de su cuerpo y la vida se le va escapando gota a gota, Jesús se muere y hasta el último momento a sus pies estará María, ella nunca perderá la esperanza, su razón de vivir es el hombre que agoniza en la cruz, su hijo, y este instante es la razón por la que los hermanos del Cristo de la Vera Cruz y María Santísima de la Esperanza año tras año y generación taras generación en una noche gris y pálida procesionan por las calles de Sierra de Yeguas a Cristo rey de los judíos y a María de la Esperanza, en un vano intento de calmar su agonía y de descargar a su Madre de la angustia que oprime su corazón.

Y lo bajó de la Cruz, lo envolvía en una sábana y lo pusieron en un sepulcro, ¡Cristo ha muerto! ¡Ha muerto por todos nosotros! Y nada podemos hacer sino llorar su muerte y velar su cuerpo. Esa noche oscura saldrá su cuerpo hacia el sepulcro y en María su madre solo cabe una palabra “soledad” todo lo que en este mundo le importaba ha muerto, pero María no está sola, es a nosotros hermanos del Santo Entierro de Cristo a los que nos corresponde llevar el cuerpo yacente del Salvador sobre nuestros hombros, y es a nosotros enterristas, a los que nos toca acompañar a su madre en esa noche de duelo para que no se sienta sola, para calmar su dolor y para que sepa cómo nos decía su hijo “la muerte no es el final”.

Por esta razón, año tras año Sierra de Yeguas cada primavera revive la pasión y al muerte de Cristo, pero estos hechos de dolor y muerte son también un compromiso de vida, de nuestras vidas. Y quiero volver al principio para deciros unas palabras de Antonio Mora aquel jesuita del que os hable cuando hace ya más de veinte años me decía “niño, ahora que conoces el evangelio no dejes que caiga en un pozo sin fondo, intenta vivirlo día a día que su padecimiento y muerte no hayan sido en vano”.

Hermandades, cofradías, hermanos mayores, junta de gobierno y cofrades. Serranos y serranas ¡estamos en Semana Santa!

Muchas Gracias.