Pregón de la Semana Santa Sierra de Yeguas 2.016
Este pregón fue organizado y presentado por la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Humildad, el sábado pasado día 20 de Febrero de 2.016, tuvo el honor de realizarlo nuestro hermano cofrade D. José Aroca Aroca, un forastero(tan serrano como el que mas) en la hermandad de los forasteros, en la Parroquia Inmaculada Concepción de nuestra localidad.
¿Quién me presta una escalera?
para
subir hasta el cielo,
y poder
pronunciar el pregón
ante los
serranos que ya se fueron.
Con la profunda tristeza de no
tenerlos entre nosotros. La alegría de saber que se encuentran gozando de la presencia
del Padre. Y el confortamiento de que, reunidos, en un palco celestial,
observan este acto preludio de la Semana Santa de su pueblo.
Es deseo de este pregonero que todos, puestos de pie, guardemos un
minuto de silencio que honre su memoria.
Reverendo Padre Don Francisco Sánchez Pérez. Ilustrísimas autoridades.
Hermanos Mayores de las distintas cofradías y miembros de sus Juntas de
Gobierno. Cofrades. Serranas y serranos. Amigos todos: PAZ Y BIEN.
Permitidme
dedicar este pregón:
A mis padres, por su trabajo,
dedicación, consejos y sacrificios constantes, encaminados a lograr el
bienestar de sus hijos.
A mi esposa, cirinea de mi vida, de la
que siempre he recibido su apoyo incondicional cuando, en el caminar de la
vida, han llegado los momentos difíciles.
A mis tres hijos, agradeciendo al Señor
que haya anidado en ellos el espíritu cofrade y semana santero vivido en
nuestra familia.
A mi nieto, que, gracias a la bondad
infinita de Dios, hoy es la alegría de la familia.
A la memoria de Eugenio Sojo, Hermano
Mayor que fue de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Humildad, bajo cuyo
mandato tuve el honor de ser admitido como cofrade de la misma, y de compartir
con él Junta de Gobierno.
A mis compañeros de cofradía, quienes,
a pesar de no ser serrano, me acogieron en su seno como un hermano más.
Obligado resulta que las pasos iniciales de este pregón se colmen de
honda gratitud a Inmaculada Carballo, mi presentadora, a la que no debéis tener
en consideración tan elogiosas, como inmerecidas palabras para con este
pregonero, nacidas en su corazón de amiga y en el crisol de sus nobles
sentimientos.
A ti, Inmaculada,
decirte que me he sentido emocionado al verme presentado por tu voz cálida y
firme, que ha sido palabra convencida y esperanzada, y que ha enardecido el
ambiente que preside este acto, prólogo de nuestra Semana Santa. Gracias amiga.
Gracias también a la Junta de Gobierno de mi Cofradía por haber confiado
en mí para la realización de este pregón.
Hoy se ha hecho realidad un ansiado sueño. Un sueño en el que la
palabra, la forma más sencilla, y a la vez más bella, que tenemos los humanos
de comunicarnos, para exteriorizar nuestro más profundo ser, sirve de
instrumento útil para poner el corazón sobre la razón… el sentimiento sobre el
pensamiento… y con una gran cofrade que prepara el camino, cual Bautista en el
Jordán, para que las mías, en la humildad del respeto más fervoroso, sirvan de
loa a las diferentes advocaciones de Jesús, y su Madre María, de Sierra de
Yeguas. No pudiendo más que pedirles por ello, fuerza en mi pulso, temple en mi
garganta y aliento en mi ánimo, para llevar a buen fin, tan difícil misión.
Ser pregonero, en cualquier parte, es un honor y una responsabilidad. Al
serlo en tu pueblo adoptivo, y en Semana Santa, el honor se multiplica y la
responsabilidad se eleva a límites que causan escalofríos. Un pregón no se hace
a la ligera ni para salir del paso. Pronunciarlo precisa una seria preparación,
tomándose, muy a pecho, el ponerse ante un amplio auditorio para describir los
más íntimos sentimientos que, un gran colectivo de personas llevan arraigados en
sus entrañas: tradiciones, raíces, sentimientos, estatutos, costumbres
centenarias o nacidas más recientemente, emociones, y, ante todo, fe religiosa
y devoción a unas sagradas imágenes, en las que se clavan, como flechas, el
piropo de la saeta, la plegaria que se escapa honda, y, en innumerables
ocasiones, hasta una lágrima que nos traiciona.
Pregonar en mi pueblo adoptivo, ya lo he dicho, es para mi una enorme
responsabilidad. Porque es un fenómeno complejo que tiene muchas vertientes. O
muchas facetas, si se quiere. Pero, al pensarlo bien, hay algo que me obsesiona
más que los desfiles procesionales; más que el arte y el patrimonio. Lo que más
me obsesiona son los cofrades. Esas mujeres y hombres que viven, y sienten
dentro de sus almas, un fervor, una devoción, a veces imperfectas, pero, y eso
creo, nunca superficiales.
Yo desearía que este pregón fuera como una pequeña gota de agua que
refrescara ideas, renovara raíces, y pusiera al día las actitudes que reseñan
los Estatutos de las Hermandades. Y, sobre todo, que se limen las asperezas
entre los cofrades y seamos capaces de comprender y perdonar como EL comprendía y perdonaba. “AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE
AMADO”. Ese fue el mensaje de
Cristo.
Sólo quisiera gritar en el entrañable marco de esta iglesia de La
Purísima Concepción que, si somos cofrades, debemos ser TESTIGOS. Testigos, con nuestras obras de AQUEL que dijo: “VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO”, “LA SAL DE LA TIERRA”. Muchas
veces somos candiles apagados que no alumbran los caminos en sombras de los
hombres. O sal sin garra alguna. A veces, los mismos jerarcas de la Iglesia no
saben estar a la altura. Ni ellos, ni nosotros, los cristianos de base.
“DE LUZ Y DE BARRO SOY”, dijo un poeta.
Conviene ser luz y dejar el barro. “SE
HACE CAMINO AL ANDAR”, escribió Machado.
Hay mucha gente buena. Y mucha tierra en sequía. El cofrade nació
para abrir surcos. Para sembrar… hasta con el capirote. No defraudemos a
nuestros Titulares. Mi pregón os podrá defraudar, pero a Cristo no le
defraudemos. Quién murió por amor, merece nuestra mejor respuesta.
Hoy
tengo el honor de ser el primer nazareno de nuestros desfiles procesionales,
portando, a modo de Cruz de Guía, mi palabra, para que sea pregonera de lo que,
en este rincón de la comarca antequerana ha ocurrido durante muchas décadas; de
lo que sucederá este año, y de lo que seguirá ocurriendo, con la ayuda de Dios,
cada Semana Santa.
Pero, aunque todos estéis escuchando mis torpes palabras, éstas no
significarían nada si no fueran acompañadas de los recuerdos y las imágenes que
se han ido grabando en nuestra memoria, a lo largo de la vida, y que nunca se
olvidarán. Imágenes como la primera vez que fuimos costaleros. Imágenes de
cuando vestíamos a nuestros hijos de nazarenos. Imágenes viendo salir a
nuestros titulares, por primera vez, y alguien cantaba una saeta.
Y también el olor a incienso en la casa de hermandad; el olor a
café caliente y el aroma a una de copa
de “machaco” cuando, en la madrugada del Viernes Santo, nos estamos preparando
para la Estación de Penitencia.
Cuando transcurrían mis años de juventud, tuve la enorme suerte de que la providencia
me condujera hasta este maravilloso pueblo, donde acaeció uno de los hechos más
importante de mi vida: el conocer a la que hoy es mi esposa y madre de mis
hijos.
También tuve la gran fortuna de entablar
relaciones con muchos serranos de los que, desde hace tiempo, tengo el
privilegio de contar con su
incondicional amistad.
En una noche tan especial para mí, quiero
recordar la causa por la que me hice cofrade en Sierra de Yeguas, y que hoy es
el motivo de que tenga el privilegio de ser pregonero en la Semana Santa de nuestro
pueblo.
Transcurría la Cuaresma del año 1985. La tarde del Jueves Santo fue
lluviosa y hubieron de suspenderse los Desfiles Procesionales por tal motivo.
Por parte de quien correspondiera se adoptó la decisión de que nuestro Padre
Jesús de la Humildad hiciera su Estación de Penitencia en la mañana del Viernes
Santo, al unísono con Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los
Dolores. Ocurrió que, cuando estas dos últimas imágenes celebraban el ya
tradicional encuentro, los serranos acudieron en masa a presenciar el mismo,
por lo que el paso de Nuestro Padre Jesús de la Humildad quedó sólo en el
callejón del Duende. Este pregonero, que ya había contraído matrimonio, pasaba
en esos momentos por citado lugar en compañía de mi esposa, impactándome, de
forma muy triste, ver a una imagen tan bella con la sola compañía de unos pocos
de sus cofrades. Intercambié opiniones con alguno de ellos acerca de la, quizá,
errónea decisión adoptada.
Transcurrieron muy pocas fechas para que se produjera mi ingreso en la
cofradía, donde fui acogido como un serrano más, a pesar de no serlo de
nacimiento. Tal fue así, que se me nombró Fiscal de la Hermandad.
Como preludio de la Semana Santa
serrana, un día de cuaresma, Navahermosa celebra su tradicional “Vía Crucis”,
llevando en procesión al Cristo de la Clemencia y el Perdón. Invito a todos los
serranos a que nos desplacemos a nuestra aldea y así acompañar a sus vecinos
que, con tanta fe y empeño, rememoran el camino de Jesús hacía el Calvario.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Agoniza el Sábado de Pasión,
corazones cofrades desbocados…
todo presto y preparado…
la flor pinchada…
la cera ajustada…
el guión dispuesto…
la plata limpia y brillante…
la túnica
planchada y colgada…
triduos y
quinarios cumplidos.
Cada año,
como la vida,
rinde
destino la cuaresma.
Después
de un largo intermedio…
a lomos
de una cría de asno
comienza
la Semana Santa…
¡Por fin
llega del Domingo de Ramos¡.
Es Domingo de Ramos en Sierra de Yeguas. Sobre la seis de la tarde da
comienzo su estación de penitencia nuestro Santísimo Cristo de la Bondad.
La
tarde se llena de luz y alegría, de música y vivas, de vítores y sones de
tambores y cornetas. Es una tarde diferente, pues el Cristo de la Bondad va
bendiciendo, a lomos de un pollino, todas las calles de nuestro pueblo.
Para mí, este domingo tan especial me trae unos recuerdos inolvidables.
Mi hijo mayor tendría poco más de un año cuando hizo su primera estación de penitencia,
acompañando a nuestro preciado Cristo de la Bondad. Recuerdo su cuerpo
tambaleante, con su túnica y su palma en la mano, lleno de alegría e inocencia.
En la noche del Martes Santo, nuestras mujeres realizan el “Camino de la
Cruz”. Ese camino de oración en el que buscan adentrarse en la meditación de la
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en su camino hacía el Calvario, donde le
espera la muerte en esa Cruz que, desde entonces, se convirtió en símbolo del
cristianismo.
Transcurridas veinticuatro horas, en la noche del Miércoles Santo, somos los varones de Sierra de Yeguas quienes
rememoramos la “Vía Dolorosa”, que, según la tradición, la Santísima Virgen
recorría, diariamente, visitando las Estaciones originales.
Cuando, el Jueves Santo, el ocaso del astro rey es ya un hecho, desde
los cuatro puntos cardinales de nuestro pueblo, los serranos acudimos a esta
Parroquia, donde nos hemos dado cita, para contemplar la salida, en Desfile
Procesional, de Nuestro Padre Jesús de la Humildad.
Un silencio impresionante cae
sobre la multitud que se apiña en la plaza, ante la iglesia. Sólo el ver a un
pueblo, volcado totalmente hacía Nuestro Padre, a esas horas de la anochecida,
pone el vello de punta. Imaginad, pues, como deben estar los costaleros dentro
del templo. Yo, que he vivido ese momento, varias veces como espectador, y
otras muchas como costalero, puedo decir que es impresionante la cara que pone
el costalero de la Humildad, cuando, al lado del paso, el capataz da las
últimas instrucciones.
En la Iglesia todo es silencio. Poco a poco los segundos se van
desgranando en el reloj eterno. Mientras, en la calle, se congrega aún más
gente esperando ver a Nuestro Padre Jesús de la Humildad salir a hombros de sus
costaleros. De nuevo la voz del capataz ordenando a sus hombres: ¡Cada uno a su
sitio¡. Nadie respira. Entre el murmullo se puede escuchar un Padrenuestro.
¡Qué minutos más largos para un costalero de la Humildad¡. Sobre todo, para
aquél joven que se crió entre costaleros y ahora ve cumplido su sueño.
Son las nueve de la noche y se escucha un grito emocionado: ¡VIVA NUESTRO PADRE¡
Los nazarenos, que acompañarán al paso en el Desfile Procesional, han
abandonado el interior del templo, colocándose en dos hileras castrenses a la
espera de la salida.
¡Ya van a
abrirse la puertas,
la
respiración se aguanta,
y los
serranos, nerviosos,
ya rezan
una plegaria¡.
Se abren las puertas del templo con una lentitud que parece eternizarse.
De pronto, aparece la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Humildad.
El tiempo
se ha detenido
en el
instante preciso
que la
Humildad asoma
con su
resplandor divino.
Es un
momento de gloria,
de
rostros enmudecidos,
de
sentimientos que afloran
como roto
temblor de lirio.
Fue en la tarde del Jueves Santo del año 1980 cuando este pregonero
contemplo, por vez primera, la salida de Nuestro Padre Jesús de la Humildad de
Sierra de Yeguas.
Probablemente no fue hasta entonces cuando comprendí la magnitud de los
acontecimientos que sucedieron en Jerusalén.
Padre
Jesús de la Humildad
aquí
estamos para rezarte,
lo
hacemos de corazón
porque
del alma nos sale.
¡Ay Padre
Jesús de la Humildad!
que manos
a ti te esculpieron,
que te
hicieron tan humilde
y con
tanto sentimiento.
En la
noche del Jueves Santo
que se
callen los tambores,
que está
saliendo a la calle
el
Redentor de los hombres.
Yo, que
soy costalero
y no me
pesa el camino,
porque
llevo, entre mis hombros
a este
Señor tan divino.
Padre de
la Humildad, te queremos,
Padre de
la Humildad, te alabamos,
y en la
noche del Jueves Santo
en
procesión te sacamos.
¡Es la
saeta canción
que hacia
el cielo se levanta¡
¡Un grito
del corazón
que al
pasar por la garganta
se
convierte en oración¡.
El cante jondo se hace oración. Al
contemplar a Jesús en su Pasión se eleva, se purifica y nace la saeta poderosa.
La copla andaluza se cubre de luto para seguir a Jesús.
SAETA - (Interpretada por el Rubio Arenas)
Siguiendo con nuestras tradiciones, Sierra de Yeguas procesiona al
Santísimo Cristo de la Vera Cruz.
Llegado este momento del pregón, permítanme la
licencia de hacer una mención especial a la familia de mi esposa, cuyos
miembros tanto han aportado al realce de la Semana Santa serrana con su
dedicación, en cuerpo y alma, a “su” Cofradía del Santísimo Cristo de la Vera
Cruz y María Santísima de la Esperanza, haciendo mención especial a Alonso
Torres.
Sierra de Yeguas, Señor. Sierra de Yeguas quien te tiene y te mantiene.
Sierra de Yeguas que muere contigo y contigo mira al cielo. Sierra de Yeguas
que siente en sus manos y pies el hierro de los tres clavos, que tiene sed. Que se siente abandonada, que
bebe el último vinagre y que recibe la lanzada. Es Sierra de Yeguas, Señor, que
no quiere que nada tuyo le sea ajeno; que se echa a la calle para verte, para
llorarte, para rezarte. Sierra de Yeguas que sufre y canta; que goza y llora.
Carne de
Dios clavada en la madera,
y en
humano dolor transfigurada.
Carne de
olivo azul que fue talada
para que
tu agonía se produjera.
Crucificado
entre olor a cera.
Inerte
cuando tu pueblo es nevada
de casas
blancas, y en la madrugada
de la
Cruz sube al cielo una escalera.
Son ecos
de golondrinas trinando
las más
dulces notas, entre rumores
de rezos
que tu muerte van llorando.
Son
lamentos de roncos tambores
Que, por
donde pasan, van anunciando
la muerte
que salva a los pecadores.
Al Santísimo Cristo de la Vera Cruz le acompaña, en su Desfile
Procesional, su Madre María Santísima de la Esperanza.
Qué linda
cara que tienes
Virgen de
la Esperanza,
que si te
miro, me rindes,
y si me
miras, me matas.
Esos tus
hermosos ojos
son en Ti
belleza innata,
arpones
cuando los flechas,
puñales
cuando los clavas.
Esa tu
preciosa boca
brinda
entre coral y nácar,
un veneno
que da vida
y una
dulzura que mata.
Primores
y agrados hay
en tu
talle y en tu cara,
todo tu
cuerpo es aliento,
y todo tu
aliento es alma.
Arco de
amor son tus cejas,
contemplarlas
me da alas
para
muchas situaciones,
las
dulces y las amargas.
Y sólo
tengo una duda,
si el
cielo imita tu cara
¿como que
al mirarte, siempre
nunca
encuentro la desgracia?.
Ya es madrugada del Viernes Santo en Sierra de Yeguas. Sin apenas haber
podido descansar, los serranos nos citamos, nuevamente, en la Parroquia de la
Purísima Concepción para escuchar el Pregón a Jesús.
Te
sentencian Señor, abandonado,
a las turbas que gozan con tu suerte,
y Tú, que
eres vida, traes la muerte,
en tu
semblante triste y angustiado.
Tras el emotivo pregón, los serranos nos congregamos en la plaza,
dispuestos para acompañar a Jesús Nazareno en su Estación de Penitencia.
Esta
mañana es Viernes Santo
y en la
plaza no se cabe,
entre el
pueblo, que le espera,
el
Nazareno va a salir a la calle.
Va
saliendo ya Jesús,
trae la
cara ensangrentada
y mucha
pena en el alma.
Sus
hijos, los serranos,
que con
ansia le esperaban
miran a
Jesús Nazareno
y ven su
cara demacrada.
Mirándole fijamente, mi garganta no es capaz de articular palabra para
poder decirle:
Todo lo
que veo es tu quebranto,
no hay
nada como tu pena,
ni los
claveles de tu calvario,
ni la
música que suena,
calman el
lento traspaso
de tu
dolor de saeta.
¡Ay,
Padre tan soberano¡
No hay
nadie que te haya visto
sin
sentir dentro el alma
el eco
oscuro de un grito.
Todo
aquel que a Ti te mira
Redentor
de la humanidad,
ya no
siente sus heridas,
sino las
tuyas “na” más.
Cumpliendo con el itinerario, Nuestro Padre Jesús Nazareno andará el
camino en busca de su Madre. Nuestra Señora de los Dolores le espera ansiosa, a
la vez que temerosa, sabiendo que, irremediablemente, tendrá que acompañarle en
su camino hacía la muerte.
Al llegar a su Casa de Hermandad cuán bonito sería que, alguno de
nosotros, rompiendo un poco el cortejo, y queriendo verla de cerca, tuviera la
oportunidad de ponerse frente a Ella, antes de que se incorporara al Desfile
Procesional. Y mirándola detenidamente, descubriera los preciosos matices que
los rayos del sol producen en su cara. Y cada vez que la mire, le parecerá que
ese rostro en un poquito diferente. Tal vez, al verla tan hermosa, se le pasen
por el pensamiento palabras como estas:
¡Dolorosa¡
Te estoy mirando
con
semblante embelesado,
tu cara
parece otra
cuando
ves a tu hijo amado.
Parece
que, ensimismada,
estuvieras
recordando
la nana
que le cantabas
cuando
dormía en tus brazos.
Y es que
tienes ¡Dolorosa¡
dos
perfiles muy distintos,
uno va
llorando a mares,
otro es
de dolor contenido.
Tú fuiste
Corredentora,
en Ti se
encarnó el Misterio,
y aunque
ahora estés llorando
lo que no
tiene remedio,
a Ti te
cabe la Gloria
de
haberle llevado dentro.
Que me lo
dice mi alma.
que eres
la Madre de Dios,
que a mi
alma se lo dice
tu cara
llena de amor.
Amor con
dos perfiles,
dos caras
de un mismo llanto
que se
clavan en el alma
la mañana
del Viernes Santo.
Se van desgranando los minutos en una mañana esplendorosa de Viernes
Santo, y, tanto Jesús como su Madre, a hombros de sus costaleros, van a poner
fin al Desfile Procesional.
Cuando Jesús murió
eran las tres de la tarde.
El cielo
se oscureció.
El sol se
tiño de sangre,
y hasta
la tierra tembló.
Cuando la noche tiende su manto bordado de estrellas sale el Santo
Sepulcro, acompañado por el sonido de un viejo tambor. El cuerpo cárdeno de Cristo,
embalsamado con el perfume de la noche primaveral, yace en su lecho de muerte.
Cristo está sólo, sin más compañía que su propia muerte y el silencio,
enlutado, de sus devotos cofrades. Los costaleros caminan con el paso largo y
solemne de los cortejos fúnebres. En esa noche hasta los luceros del firmamento
nos hablan de la fría muerte.
Cristo,
en el sepulcro acostado,
Tú eres
Dios y eres hombre,
eres
consuelo y regazo
del que
te busca en la noche.
Eres
hombre que no muere,
ofrenda
eterna y perenne,
sueño de
la muerte en vela,
mientras
en la tierra duermes.
Viniste
sólo a redimir,
a
socorrer a quien muere,
y dar
muerte, para siempre,
a la
muerte, con tu muerte.
Ojala
todo cristiano
ensimismado
en tu cara,
contemple
tu cuerpo muerto
y se reconforte en tu llaga.
Reavive
en Ti su fe
para
salvar su alma,
y así
aliviar el dolor
que se
refleja en tu cara.
De tus
brazos desclavados
y de tus
manos llenas de llagas
penden
nuestros pecados
que tu
amor nos perdonara.
¡Cuántas penas
y aflicciones
en tu
martirio hemos visto¡
Ahora
comprendo tu nombre
¡Santo
Entierro de Cristo¡.
Tras
el Santo Sepulcro, con el cuerpo yaciente de Cristo, camina su Madre María
Santísima de la Soledad. No cabe más pena ni más dolor en su cara. Es su Madre
la que lo acompaña en ese doloroso trance. La emoción y el fervor popular
alcanzan su más alto sentimiento.
Parece
que presintieras
que, en
tu divino regazo,
recogerás
a tu Hijo
la noche
del Viernes Santo.
En tu
regazo de Madre
vengo a
dejar mi plegaria,
que es
una flor pasionaria
deshojada
ante la Cruz.
Te rezo
por el que llora,
por el
que sufre tristeza,
te rezo
por quién no reza,
por quién
no busca tu luz.
Te rezo
por los cofrades
que ya
cumplieron su anhelo,
y están
contigo en el cielo
junto al
trono del Señor.
Por
ellos, y por nosotros
es mi
oración costalera,
una
plegaria sincera
y una
súplica de amor.
Yo
también te llevo dentro
de la
Soledad, Señora,
y no me
cabe más gloria,
Madre, ni
mayor sueño.
Amanece un radiante Domingo de Resurrección en Sierra de Yeguas y
aparece en los cofrades ese sentimiento, algo confuso, que a todos nos embarga
ese día. El cansancio y las lógicas ganas de terminar la Semana Santa, se
mezclan con cierto sentimiento de tristeza. Quisiéramos que el tiempo pasara
más despacio; que se detuviera en los momentos álgidos de los recorridos.
Quisiéramos que el olor a cera quemada no desapareciera; que las marchas no
dejasen de sonar; que no dejaran de escucharse la saetas… ¿Qué nazareno no ha
soñado, oculto bajo su capirote, con sentir todo el tiempo esa cercanía con
Dios que se siente cuando se acompañan a los pasos de nuestros Titulares?. De
pronto una gota de cera, que nos quema la mano, nos despierta de nuestro sueño…
Ese despertar tiene que ser la imagen de otro despertar más íntimo, más
profundo. Es el despertar que nos dice que no hace falta estar soñando para
sentirse cerca de El. Simplemente es necesario reconocer en nosotros mismos,
debajo de todas esas capas de materialismo que nos hemos echado encima, a ese
ser solidario que llevamos dentro. A ese cofrade y hermano para quien todos los
días son Semana Santa, porque todos los días es capaz de querer a los demás y
tenderles una mano.
En el
campanario, a porfía,
las
campanas se han puesto a cantar
un
requiebro por alegrías
que nos
hace despertar.
Que no
estás sola, María,
que tu
Hijo, que estaba muerto
al llegar
las claras del día
acaba de
resucitar.
Y Sierra
de Yeguas será una fiesta
cuando
avance la mañana,
que se
iniciará en esta Iglesia
terminando
así su Santa Semana.
Y para finalizar mi pregón permitidme que, imaginando la entrada en el
templo de mi Jesús de la Humildad, tras su Estación de Penitencia, le recite
una saeta. Y digo recitar porque cantarla no se.
¡Padre
mío, Jesús de la Humildad,
con el
corazón te pido,
a Ti,
que tanto poder tienes,
sólo
salud, Padre mío,
para
verte el año que viene¡
Buenas noches y muchas gracias.
Buenas noches, enhorabuena a DON JOSE AROCA AROCA por el gran pregón que ha realizado, tenia ganas de leer lo y por fin lo he conseguido, gracias a LA HERMANDAD DE NTRO. PADRE JESÚS DE LA HUMILDAD por darme esa oportunidad de disfrutar, emocionarme y recordar esos años tan maravillosos que pase en SIERRA DE YEGUAS, siempre os llevare en mis pensamiento. saludos
ResponderEliminar