Pregón
de la Semana Santa de Sierra de Yeguas 2006
Este Pregón fue pronunciado por Doña
María José García Notario, y organizado por la Hermandad del Stmo Cristo de la
VeraCruz y Maria Stma de la Esperanza, el 4 de Marzo de 2.006, en la parroquia de la localidad.
A LA SEMANA SANTA DE SIERRA DE
YEGUAS
Entrada:
La luna cada noche se asoma para
posarse en tu torre e irse con el alba. Y por la primavera, la luna se pone sus
mejores galas para contemplar desde las alturas tu Semana Santa. El Sol, en la
cara de una Virgen descansa cual perfecto aletear de mariposa y el día,
esplendoroso brota, entre claveles rojos y olor a rosas. Vera-Cruz, Esperanza,
Dolores y Bondad. Nazareno, Humildad, Santo Entierro y Soledad Cuando la vida
nos separe algún día, yo seré Sol, yo seré Flor, yo seré Luna. Pero no dejaré
de sentirte y de estar a tu vera. Me convertiré en aire y me notarás muy cerca,
En cada Semana Santa, en cada primavera.
Salutación y dedicatoria:
Señor Párroco, Autoridades, Hermanos
mayores y directivos, Familia, amigos y cofrades serranos:
No puedo más que agradecer la
oportunidad que se me brinda de ser la pregonera de este mi pueblo, de esta mi
Semana Santa. Para mí, es un honor y una gran responsabilidad ser la primera
mujer en subirse a este atril el año en que nuestra titular, la Virgen de la
Esperanza, cumple su cincuenta aniversario.
Gracias a todas aquellas personas de
mi Hermandad que me han regalado su confianza para que os entregue estas
palabras nacidas del corazón y del recuerdo.
Mi gratitud va también para el
anterior pregonero por sus frases de cariño y respeto; compartir, ayudar,
enseñar,... son verbos que te definen como cofrade y como hombre. Es una suerte
haberte tenido de antecesor y aprender de tus experiencias.
Sentimientos:
CANCIÓN
(tarareo)
Viene
a lo lejos,
Llena
de luz,
Blanca
de azahar,
Y es
un reflejo
De
sol en la Madrugá
Era una tarde en la que los rayos de
sol nos hacían olvidar el invierno y se veían las golondrinas revolotear entre
los barrotes de las ventanas. Hacían sus nidos; el ciclo de la vida continuaba
su curso.
Un abuelo llevaba de la mano a su
nieta. Con coletas, vestido rojo, zapatos negros y siete años de edad, la niña
se sentía feliz porque, de hecho, era feliz.
- Abuelo, cuando lleguemos ¿podré
ponerle oro al trono?
- Bueno, ya veremos. Eres
"mu" chicuela todavía -le respondió el abuelo-.
Sintiendo el calor de su mano
mientras subían la calle Campillos, la niña sabía que al final la dejaría.
Estaba deseando de llegar, paso ligero.
Y mientras tanto, el abuelo
encantado de ser maestro de la experiencia, contaba a su única nieta historias.
"¿Tú sabías que donde vamos ahora, era antes una escuela? Sí, por encima
del cuartel de la Guardia Civil además de haber cocheras y aulas ruinosas,
antes era donde los niños aprendían a leer y escribir".
- Ah ¿sí?, ¿era esa tu escuela? ¿por
qué la quitaron?,... Con preguntas y respuestas continuaban su marcha. Por el
camino saludaron a varias mujeres que estaban encalando y a otras que, según
dijeron, "iban al horno del Grillo" a cocer magdalenas.
Por fin llegaron. ¡Qué nervios! La
llave entró en la cerradura y se abrió el portalón. Ante los ojos castaños de
la niña apareció una imagen decepcionante. Una estructura de madera cubierta de
tela en su totalidad.
Pero como cuando se le quita el
envoltorio a un regalo, de repente surgió ese trono dorado que ella venía
buscando. ¡Qué bonito! ¡Qué grande! "Pero, ¿Cómo voy a llegar para dorar
el trono si está muy alto?" – pensaba la niña.
Entonces empezaron a asomarse los
olores. A madera, a tintes, a disolvente, a barniz,... ¡qué bien olía!
Sí, la niña llegó al trono porque su
abuelo la sujetó con sus brazos. Sí, la niña puso una lámina de oro y sintió
que su abuelo era el hombre más alto, más bueno y más fuerte de la tierra.
Y sí, esa niña soy yo y ese abuelo,
es el mío, Antonio Notario. Él me enseñó a amar la Semana Santa y a mi
Hermandad. Jamás me dijo que lo hiciera.
Y todavía puedo sentir las manos que
me guiaban por el camino y los olores que salieron de aquellas latas de
carpintero. Abuelo, van por ti estas palabras que sé que me estás escuchando.
Todos los que aquí os hayáis, seguro
que habéis tenido un abuelo o un padre que os han hecho vivir desde pequeños
esta pasión por la Semana Santa. Indudable que desde el Cielo vuelven para
llevar a hombros a su Cristo o a su Virgen. Indudable que las madres y las
abuelas regresan para ser las flores que adornan las imágenes. Siempre están.
En lo que sentimos y en lo que somos.
Para mí no ha habido riqueza más
grande que nacer en la familia que me ha tocado.
Luchadora, honrada y apasionada de
la Semana Santa. Toda mi vida llevo viendo a mi padre trabajar por su Hermandad
que, por cierto, no es la mía. Él me ha enseñado a comprender una frase
verdadera que vengo a citar aquí: "Hay hombres que luchan un día y son
buenos. Los hay que luchan un año y son mejores. Los hay que luchan durante
años y son aún mejores. Pero los que luchan toda la vida son los realmente
imprescindibles".
Pese a Hermandades concretas, lo
ciertamente importante es el trasfondo de la palabra "Hermandad: alianza
entre hermanos". Todos somos hermanos y no hay sentimiento cristiano si no
existe justicia en el mundo. No podemos mirar para otro lado cuando en este
instante se están muriendo niños de hambre en brazos de sus madres
desesperadas. Con cañones cargados no se puede lograr contestar a la miseria. Y
no podemos echar el candado a la memoria y repudiar al inmigrante.
Túnicas, cirios, tambores, incienso,
varales, flores, coronas,... Todo eso es la Semana Santa pero hay algo más. En
esta sociedad que nos impone consumismo, competencia y en la que la inmediatez
está por encima de los valores humanos, debemos reflexionar para poder cambiar
las cosas, para mejorar nuestro mundo tal y como Jesucristo nos enseñó. Muchas
gotas de agua llenan un vaso.
A veces, pienso cómo se debe sentir un
emigrante al volver a su tierra en Semana Santa. Con el corazón dividido, la
familia fraccionada a causa de la distancia y un acongojo en el alma por ser de
muchos sitios y no ser de ninguno. La maleta llena de recuerdos de cuando niño
salía de nazareno con su hermandad y de cuando escuchaba una saeta en la
Procesión de los Hombres.
Y también pienso en aquellos que no
pueden volver en Semana Santa. En los nudos que se les debe hacer en la
garganta el Jueves o el Viernes Santo, en la soledad que sienten cuando
explican sus sentimientos pero en otra tierra no los entienden y cuando se
tiene un dolor en el alma porque la distancia es el olvido solamente, si uno
quiere que así sea.
Llegados a este punto sólo pido una
cosa. No tener nunca que emigrar y sentirme cerca de esta tierra que cada
Semana Santa mece a sus imágenes a compás de rezo serrano.
CANCIÓN
Escalofrío
Me da
al oír
Este
cantar,
Entre
tambores
Y
voces del capataz.
Hace unos días, me preguntaron cómo
describiría la Semana Santa de Sierra de Yeguas a alguien que la ve por vez
primera. Pienso que es imposible explicar con palabras lo que se lleva
acumulando toda una vida. Sin embargo, creo tener una clave: Hay que estar
abierto y mirar con ojos expectantes los detalles que se les escapan a las
cámaras de fotos.
Los sentidos se agudizan cuando
llega la Semana Santa. Los corazones se abren ante sensaciones que nos muestran
un paisaje de luz, color, sonido y sentimientos de pasión y fe. Hasta el viento
vuela diferente esos días.
Los ojos de los niños cargados de
ilusión el Domingo de Ramos dicen mucho. Los nervios por vestirse de nazareno y
acompañar en la fila a Jesús de la Bondad mientras se agitan las palmas, es
toda una señal de que el camino se ha iniciado. A los hombros lo llevan jóvenes
que inauguran la Semana Santa bajo la bendición que les hace Jesús en su
entrada a Jerusalén. Ya ha empezado nuestra Semana Grande.
La plaza se llena de chavales que
están pendientes a los movimientos de su Hermandad. Cuando llevan el trono a la
Iglesia, cuando visten a la virgen, cuando se monta la imagen en el trono,...Y
mientras, hay también hueco para los mayores.
Las noches del Martes y del
Miércoles Santo se convierten en testigos de orden, fe, silencio y tradición.
Son las procesiones de las Mujeres y de los Hombres respectivamente. El
silencio sólo es cortado por la voz rota de una saeta y por el recuerdo a
Cristo en su pasión y muerte. El alma se recoge.
El Jueves Santo por la mañana se
ultiman túnicas. De las casas salen olores a bacalao y las mujeres se afanan
por no dejar ningún detalle sin pulir. Y mientras, en la iglesia no para de
entrar y salir gente. Hay un olor a flor recién cortada que invade el recinto.
Todos los tronos están preparados. El pueblo entero espera impaciente a
emocionarse, a hacer sus súplicas.
Manos temblorosas encienden las
velas que iluminarán su rostro. El color de la paz, el blanco, busca su hueco
en el atardecer. Los pasos de los hombres que portan a Jesús de la Humildad ya
se escuchan. La respiración se corta y ÉL es el centro de todas las miradas.
Rompe una saeta, rompen los aplausos y rompe el Jueves Santo. Veo la salida
desde dentro de la Iglesia. La imagen del señor sentado con las costillas
marcadas y lleno de sangre se hace majestuosa desde atrás. Empieza a andar y se
marcha.
Y se hace el silencio. Y se hace la
oscuridad. La cruz casi roza con el pórtico de la entrada. Asoma el trono. Una
única trompeta acompaña la noche. El Cristo de la Vera Cruz y la Virgen de la
Esperanza miran al pueblo. En la pared de la iglesia se ven sus siluetas como
si los llevaran en volandas, como si andaran solos. Las manos por clavos
atravesadas y la señal de la lanzada en el costado, nos hace recordar el dolor
de una madre que al lado de su hijo marcha.
CANCIÓN En el lado de su hijo
muerto, nardo y "yerbagüena", la Virgen está, Esperanza que ríe su
pena, morena, niña de Gracia llena y Reina de la Madrugá. ¡Guapa, guapa! Se oye
gritar. Serrana que ríe su pena, azucena, niña de Gracia llena y Reina de la
Madrugá.
Al alba unos nudillos llaman en la
puerta de la Iglesia. Se abre el templo y empieza una de las tradiciones más
antiguas de nuestra Semana Santa: el Pregón de Jesús. Es el preludio de la
salida del Nazareno. Hasta los pájaros dejan de cantar cuando aparece con la
cruz a cuestas y con olor a claveles rojos. Lágrimas asoman y se hacen nudos en
la garganta por volver a verlo otro año más. Plegarias en las mentes y en los
corazones de la mañana de Jesús.
Y detrás su Madre. La Virgen de los
Dolores asoma arropada por un manto de estrellas y sonidos de bambalinas pero
no hay estrella que brille más que ella misma. Con puñales clavados en el
corazón por su dolor, parece mirar y escuchar los rezos que le hacen sus hijos.
Fe en estado puro.
La mañana del Viernes Santo estalla
en emociones con el Encuentro de Jesús Nazareno y su madre. A pulso, y entre
palmas y lágrimas, se rozan los tronos y los nervios se arremolinan en el
estómago. Poco a poco, los abrazos dan paso al sosiego de pensamientos. Este
año ha sido mejor que ninguno.
Por la tarde, el sol va cayendo para
teñir de negro las esquinas. Jesús ha muerto. A esa madre, sólo le quedan tres
cosas, el desconsuelo, una Cruz y unas espinas sin rosa. El pueblo entero
consuela a la Virgen de la Soledad que camina detrás de su hijo yacente, el
Santo Entierro. Es arropada por la fe que le profesan los serranos en la
oscuridad, en la pena que sienten hasta las campanas cuando redoblan.
CANCIÓN
Pasa
la Gracia,
Pasa
la luz,
Pasa
la Flor,
Pasa
esa Virgen,
Pasa
la Madre de Dios.
Y entran en el templo y la noche se
queda sola. Adiós, espero volver a verte.
Todo ha pasado como un suspiro. Sólo
falta festejar la Resurrección de Cristo. Cada uno con su Hermandad y rodeados
de los suyos, se comenta la Semana Santa, se saludan a los amigos y empieza de
nuevo la cuenta atrás. Se termina un ciclo y empieza otro. El que llega de
fuera se tiene que marchar.
Abrazos sinceros de despedida. Que
nos podamos ver muchos años más. Que podamos enseñar a nuestros hijos y nietos
las vivencias de la Semana Santa como nosotros las hemos aprendido.
Pero este año aún no ha llegado la
Semana Santa; falta la mayor parte de la Cuaresma y queda mucho por hacer. El
trabajo en las Hermandades se acelera y empiezan de nuevo a aflorar esos
sentimientos que seguro, conocemos muchos de los aquí presentes hoy. Nuestra
Semana Santa es antigua, tradicional y única.
¡HAGÁMOSLA
BRILLAR ENTRE TODOS COMO ELLA SE MERECE!
Muchas Gracias y Buenas Noches.
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