martes, 23 de febrero de 2016

Pregón Semana Santa Sierra de Yeguas 2.016



Pregón de la Semana Santa Sierra de Yeguas 2.016

Este pregón fue organizado y presentado por la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Humildad, el sábado pasado día 20 de Febrero de 2.016, tuvo el honor de realizarlo nuestro hermano cofrade D. José Aroca Aroca, un forastero(tan serrano como el que mas) en la hermandad de los forasteros, en la Parroquia Inmaculada Concepción de nuestra localidad. 


¿Quién me presta una escalera? 
 para subir hasta el cielo, 
 y poder pronunciar el pregón 
 ante los serranos que ya se fueron. 

         Con  la profunda tristeza de no tenerlos entre nosotros. La alegría de saber que se encuentran gozando de la presencia del Padre. Y el confortamiento de que, reunidos, en un palco celestial, observan este acto preludio de la Semana Santa de su pueblo. 

         Es deseo de este pregonero que todos, puestos de pie, guardemos un minuto de silencio que honre su memoria.



         Reverendo Padre Don Francisco Sánchez Pérez. Ilustrísimas autoridades. Hermanos Mayores de las distintas cofradías y miembros de sus Juntas de Gobierno. Cofrades. Serranas y serranos. Amigos todos: PAZ Y BIEN.

         Permitidme dedicar este pregón: 

         A mis padres, por su trabajo, dedicación, consejos y sacrificios constantes, encaminados a lograr el bienestar de sus hijos. 

         A mi esposa, cirinea de mi vida, de la que siempre he recibido su apoyo incondicional cuando, en el caminar de la vida, han llegado los momentos difíciles. 

         A mis tres hijos, agradeciendo al Señor que haya anidado en ellos el espíritu cofrade y semana santero vivido en nuestra familia. 
         A mi nieto, que, gracias a la bondad infinita de Dios, hoy es la alegría de la familia. 

         A la memoria de Eugenio Sojo, Hermano Mayor que fue de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Humildad, bajo cuyo mandato tuve el honor de ser admitido como cofrade de la misma, y de compartir con él Junta de Gobierno. 

         A mis compañeros de cofradía, quienes, a pesar de no ser serrano, me acogieron en su seno como un hermano más. 

         Obligado resulta que las pasos iniciales de este pregón se colmen de honda gratitud a Inmaculada Carballo, mi presentadora, a la que no debéis tener en consideración tan elogiosas, como inmerecidas palabras para con este pregonero, nacidas en su corazón de amiga y en el crisol de sus nobles sentimientos. 
        
         A ti, Inmaculada, decirte que me he sentido emocionado al verme presentado por tu voz cálida y firme, que ha sido palabra convencida y esperanzada, y que ha enardecido el ambiente que preside este acto, prólogo de nuestra Semana Santa. Gracias amiga. 

         Gracias también a la Junta de Gobierno de mi Cofradía por haber confiado en mí para la realización de este pregón. 


         Hoy se ha hecho realidad un ansiado sueño. Un sueño en el que la palabra, la forma más sencilla, y a la vez más bella, que tenemos los humanos de comunicarnos, para exteriorizar nuestro más profundo ser, sirve de instrumento útil para poner el corazón sobre la razón… el sentimiento sobre el pensamiento… y con una gran cofrade que prepara el camino, cual Bautista en el Jordán, para que las mías, en la humildad del respeto más fervoroso, sirvan de loa a las diferentes advocaciones de Jesús, y su Madre María, de Sierra de Yeguas. No pudiendo más que pedirles por ello, fuerza en mi pulso, temple en mi garganta y aliento en mi ánimo, para llevar a buen fin, tan difícil misión. 

         Ser pregonero, en cualquier parte, es un honor y una responsabilidad. Al serlo en tu pueblo adoptivo, y en Semana Santa, el honor se multiplica y la responsabilidad se eleva a límites que causan escalofríos. Un pregón no se hace a la ligera ni para salir del paso. Pronunciarlo precisa una seria preparación, tomándose, muy a pecho, el ponerse ante un amplio auditorio para describir los más íntimos sentimientos que, un gran colectivo de personas llevan arraigados en sus entrañas: tradiciones, raíces, sentimientos, estatutos, costumbres centenarias o nacidas más recientemente, emociones, y, ante todo, fe religiosa y devoción a unas sagradas imágenes, en las que se clavan, como flechas, el piropo de la saeta, la plegaria que se escapa honda, y, en innumerables ocasiones, hasta una lágrima que nos traiciona. 

         Pregonar en mi pueblo adoptivo, ya lo he dicho, es para mi una enorme responsabilidad. Porque es un fenómeno complejo que tiene muchas vertientes. O muchas facetas, si se quiere. Pero, al pensarlo bien, hay algo que me obsesiona más que los desfiles procesionales; más que el arte y el patrimonio. Lo que más me obsesiona son los cofrades. Esas mujeres y hombres que viven, y sienten dentro de sus almas, un fervor, una devoción, a veces imperfectas, pero, y eso creo, nunca superficiales. 

        Yo desearía que este pregón fuera como una pequeña gota de agua que refrescara ideas, renovara raíces, y pusiera al día las actitudes que reseñan los Estatutos de las Hermandades. Y, sobre todo, que se limen las asperezas entre los cofrades y seamos capaces de comprender y perdonar como EL comprendía y perdonaba. “AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO”.  Ese fue el mensaje de Cristo. 

         Sólo quisiera gritar en el entrañable marco de esta iglesia de La Purísima Concepción que, si somos cofrades, debemos ser TESTIGOS. Testigos, con nuestras obras de AQUEL que dijo: “VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO”, “LA SAL DE LA TIERRA”. Muchas veces somos candiles apagados que no alumbran los caminos en sombras de los hombres. O sal sin garra alguna. A veces, los mismos jerarcas de la Iglesia no saben estar a la altura. Ni ellos, ni nosotros, los cristianos de base. 

         “DE LUZ Y DE BARRO SOY”, dijo un poeta. Conviene ser luz y dejar el barro. “SE HACE CAMINO AL ANDAR”, escribió Machado. 

         Hay mucha gente buena. Y mucha tierra en sequía. El cofrade nació para abrir surcos. Para sembrar… hasta con el capirote. No defraudemos a nuestros Titulares. Mi pregón os podrá defraudar, pero a Cristo no le defraudemos. Quién murió por amor, merece nuestra mejor respuesta. 

         Hoy tengo el honor de ser el primer nazareno de nuestros desfiles procesionales, portando, a modo de Cruz de Guía, mi palabra, para que sea pregonera de lo que, en este rincón de la comarca antequerana ha ocurrido durante muchas décadas; de lo que sucederá este año, y de lo que seguirá ocurriendo, con la ayuda de Dios, cada Semana Santa. 

         Pero, aunque todos estéis escuchando mis torpes palabras, éstas no significarían nada si no fueran acompañadas de los recuerdos y las imágenes que se han ido grabando en nuestra memoria, a lo largo de la vida, y que nunca se olvidarán. Imágenes como la primera vez que fuimos costaleros. Imágenes de cuando vestíamos a nuestros hijos de nazarenos. Imágenes viendo salir a nuestros titulares, por primera vez, y alguien cantaba una saeta. 

         Y también el olor a incienso en la casa de hermandad; el olor a café  caliente y el aroma a una de copa de “machaco” cuando, en la madrugada del Viernes Santo, nos estamos preparando para la Estación de Penitencia. 

         Cuando transcurrían mis años de juventud,  tuve la enorme suerte de que la providencia me condujera hasta este maravilloso pueblo, donde acaeció uno de los hechos más importante de mi vida: el conocer a la que hoy es mi esposa y madre de mis hijos.         

También tuve la gran fortuna de entablar relaciones con muchos serranos de los que, desde hace tiempo, tengo el privilegio de contar con  su incondicional amistad. 

         
         En una noche tan especial para mí, quiero recordar la causa por la que me hice cofrade en Sierra de Yeguas, y que hoy es el motivo de que tenga el privilegio de ser pregonero en la Semana Santa de nuestro pueblo. 

         Transcurría la Cuaresma del año 1985. La tarde del Jueves Santo fue lluviosa y hubieron de suspenderse los Desfiles Procesionales por tal motivo. Por parte de quien correspondiera se adoptó la decisión de que nuestro Padre Jesús de la Humildad hiciera su Estación de Penitencia en la mañana del Viernes Santo, al unísono con Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores. Ocurrió que, cuando estas dos últimas imágenes celebraban el ya tradicional encuentro, los serranos acudieron en masa a presenciar el mismo, por lo que el paso de Nuestro Padre Jesús de la Humildad quedó sólo en el callejón del Duende. Este pregonero, que ya había contraído matrimonio, pasaba en esos momentos por citado lugar en compañía de mi esposa, impactándome, de forma muy triste, ver a una imagen tan bella con la sola compañía de unos pocos de sus cofrades. Intercambié opiniones con alguno de ellos acerca de la, quizá, errónea decisión adoptada. 

         Transcurrieron muy pocas fechas para que se produjera mi ingreso en la cofradía, donde fui acogido como un serrano más, a pesar de no serlo de nacimiento. Tal fue así, que se me nombró Fiscal de la Hermandad. 

         Como preludio de la Semana Santa serrana, un día de cuaresma, Navahermosa celebra su tradicional “Vía Crucis”, llevando en procesión al Cristo de la Clemencia y el Perdón. Invito a todos los serranos a que nos desplacemos a nuestra aldea y así acompañar a sus vecinos que, con tanta fe y empeño, rememoran el camino de Jesús hacía el Calvario. 

 En el nombre del Padre, del Hijo y  del Espíritu Santo. 
 Agoniza el Sábado de Pasión, 
 corazones cofrades desbocados… 
 todo presto y preparado… 
 la flor pinchada… 
 la cera ajustada… 
 el guión dispuesto… 
 la plata limpia y brillante… 
 la túnica planchada y colgada… 
 triduos y quinarios cumplidos. 

 Cada año, como la vida, 
 rinde destino la cuaresma. 

 Después de un largo intermedio… 
 a lomos de una cría de asno 
 comienza la Semana Santa… 
 ¡Por fin llega del Domingo de Ramos¡. 


         Es Domingo de Ramos en Sierra de Yeguas. Sobre la seis de la tarde da comienzo su estación de penitencia nuestro Santísimo Cristo de la Bondad. 

         La tarde se llena de luz y alegría, de música y vivas, de vítores y sones de tambores y cornetas. Es una tarde diferente, pues el Cristo de la Bondad va bendiciendo, a lomos de un pollino, todas las calles de nuestro pueblo. 

         Para mí, este domingo tan especial me trae unos recuerdos inolvidables. Mi hijo mayor tendría poco más de un año cuando hizo su primera estación de penitencia, acompañando a nuestro preciado Cristo de la Bondad. Recuerdo su cuerpo tambaleante, con su túnica y su palma en la mano, lleno de alegría e inocencia. 


         En la noche del Martes Santo, nuestras mujeres realizan el “Camino de la Cruz”. Ese camino de oración en el que buscan adentrarse en la meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en su camino hacía el Calvario, donde le espera la muerte en esa Cruz que, desde entonces, se convirtió en símbolo del cristianismo. 

         Transcurridas veinticuatro horas, en la noche del Miércoles Santo,  somos los varones de Sierra de Yeguas quienes rememoramos la “Vía Dolorosa”, que, según la tradición, la Santísima Virgen recorría, diariamente, visitando las Estaciones originales. 



         Cuando, el Jueves Santo, el ocaso del astro rey es ya un hecho, desde los cuatro puntos cardinales de nuestro pueblo, los serranos acudimos a esta Parroquia, donde nos hemos dado cita, para contemplar la salida, en Desfile Procesional, de Nuestro Padre Jesús de la Humildad. 

         Un  silencio impresionante cae sobre la multitud que se apiña en la plaza, ante la iglesia. Sólo el ver a un pueblo, volcado totalmente hacía Nuestro Padre, a esas horas de la anochecida, pone el vello de punta. Imaginad, pues, como deben estar los costaleros dentro del templo. Yo, que he vivido ese momento, varias veces como espectador, y otras muchas como costalero, puedo decir que es impresionante la cara que pone el costalero de la Humildad, cuando, al lado del paso, el capataz da las últimas instrucciones. 

         En la Iglesia todo es silencio. Poco a poco los segundos se van desgranando en el reloj eterno. Mientras, en la calle, se congrega aún más gente esperando ver a Nuestro Padre Jesús de la Humildad salir a hombros de sus costaleros. De nuevo la voz del capataz ordenando a sus hombres: ¡Cada uno a su sitio¡. Nadie respira. Entre el murmullo se puede escuchar un Padrenuestro. ¡Qué minutos más largos para un costalero de la Humildad¡. Sobre todo, para aquél joven que se crió entre costaleros y ahora ve cumplido su sueño. 
         Son las nueve de la noche y se escucha un grito emocionado: ¡VIVA NUESTRO PADRE¡ 

         Los nazarenos, que acompañarán al paso en el Desfile Procesional, han abandonado el interior del templo, colocándose en dos hileras castrenses a la espera de la salida. 

 ¡Ya van a abrirse la puertas, 
 la respiración se aguanta, 
 y los serranos, nerviosos, 
 ya rezan una plegaria¡. 

         Se abren las puertas del templo con una lentitud que parece eternizarse. De pronto, aparece la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Humildad. 

 El tiempo se ha detenido 
 en el instante preciso 
 que la Humildad asoma 
 con su resplandor divino. 

 Es un momento de gloria, 
 de rostros enmudecidos, 
 de sentimientos que afloran 
 como roto temblor de lirio. 

         Fue en la tarde del Jueves Santo del año 1980 cuando este pregonero contemplo, por vez primera, la salida de Nuestro Padre Jesús de la Humildad de Sierra de Yeguas. 

         Probablemente no fue hasta entonces cuando comprendí la magnitud de los acontecimientos que sucedieron en Jerusalén. 


 Padre Jesús de la Humildad 
 aquí estamos para rezarte, 
 lo hacemos de corazón 
 porque del alma nos sale. 


 ¡Ay Padre Jesús de la Humildad! 
 que manos a ti te esculpieron, 
 que te hicieron tan humilde 
 y con tanto sentimiento. 


 En la noche del Jueves Santo 
 que se callen los tambores, 
 que está saliendo a la calle 
 el Redentor de los hombres. 

 Yo, que soy costalero 
 y no me pesa el camino, 
 porque llevo, entre mis hombros 
 a este Señor tan divino. 

 Padre de la Humildad, te queremos, 
 Padre de la Humildad, te alabamos, 
 y en la noche del Jueves Santo 
 en procesión te sacamos. 


 ¡Es la saeta canción 
 que hacia el cielo se levanta¡ 
 ¡Un grito del corazón 
 que al pasar por la garganta 
 se convierte en oración¡. 

         El cante jondo se hace oración. Al contemplar a Jesús en su Pasión se eleva, se purifica y nace la saeta poderosa. La copla andaluza se cubre de luto para seguir a Jesús. 

SAETA - (Interpretada por el Rubio Arenas) 


         Siguiendo con nuestras tradiciones, Sierra de Yeguas procesiona al Santísimo Cristo de la Vera Cruz. 

Llegado este momento del pregón, permítanme la licencia de hacer una mención especial a la familia de mi esposa, cuyos miembros tanto han aportado al realce de la Semana Santa serrana con su dedicación, en cuerpo y alma, a “su” Cofradía del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y María Santísima de la Esperanza, haciendo mención especial a Alonso Torres. 

         Sierra de Yeguas, Señor. Sierra de Yeguas quien te tiene y te mantiene. Sierra de Yeguas que muere contigo y contigo mira al cielo. Sierra de Yeguas que siente en sus manos y pies el hierro de los tres clavos,  que tiene sed. Que se siente abandonada, que bebe el último vinagre y que recibe la lanzada. Es Sierra de Yeguas, Señor, que no quiere que nada tuyo le sea ajeno; que se echa a la calle para verte, para llorarte, para rezarte. Sierra de Yeguas que sufre y canta; que goza y llora. 


 Carne de Dios clavada en la madera, 
 y en humano dolor transfigurada. 
 Carne de olivo azul que fue talada 
 para que tu agonía se produjera. 

 Crucificado entre olor a cera. 
 Inerte cuando tu pueblo es nevada 
 de casas blancas, y en la madrugada 
 de la Cruz sube al cielo una escalera. 

 Son ecos de golondrinas trinando 
 las más dulces notas, entre rumores 
 de rezos que tu muerte van llorando. 

 Son lamentos de roncos tambores 
 Que, por donde pasan, van anunciando 
 la muerte que salva a los pecadores. 

         Al Santísimo Cristo de la Vera Cruz le acompaña, en su Desfile Procesional, su Madre María Santísima de la Esperanza. 

 Qué linda cara que tienes 
 Virgen de la Esperanza, 
 que si te miro, me rindes, 
 y si me miras, me matas. 

 Esos tus hermosos ojos 
 son en Ti belleza innata, 
 arpones cuando los flechas, 
 puñales cuando los clavas. 

 Esa tu preciosa boca 
 brinda entre coral y nácar, 
 un veneno que da vida 
 y una dulzura que mata. 

 Primores y agrados hay 
 en tu talle y en tu cara, 
 todo tu cuerpo es aliento, 
 y todo tu aliento es alma. 

 Arco de amor son tus cejas, 
 contemplarlas me da alas 
 para muchas situaciones, 
 las dulces y las amargas. 

 Y sólo tengo una duda, 
 si el cielo imita tu cara 
 ¿como que al mirarte, siempre 
 nunca encuentro la desgracia?. 


         Ya es madrugada del Viernes Santo en Sierra de Yeguas. Sin apenas haber podido descansar, los serranos nos citamos, nuevamente, en la Parroquia de la Purísima Concepción para escuchar el Pregón a Jesús. 

  Te sentencian Señor, abandonado, 
  a las turbas que gozan con tu suerte, 
 y Tú, que eres vida, traes la muerte, 
 en tu semblante triste y angustiado. 

         Tras el emotivo pregón, los serranos nos congregamos en la plaza, dispuestos para acompañar a Jesús Nazareno en su Estación de Penitencia. 

 Esta mañana es Viernes Santo 
 y en la plaza no se cabe, 
 entre el pueblo, que le espera, 
 el Nazareno va a salir a la calle. 
 Va saliendo ya Jesús,  
 trae la cara ensangrentada 
 y mucha pena en el alma. 
 Sus hijos, los serranos, 
 que con ansia le esperaban 
 miran a Jesús Nazareno 
 y ven su cara demacrada. 

         Mirándole fijamente, mi garganta no es capaz de articular palabra para poder decirle: 

 Todo lo que veo es tu quebranto, 
 no hay nada como tu pena, 
 ni los claveles de tu calvario, 
 ni la música que suena, 
 calman el lento traspaso 
 de tu dolor de saeta. 

 ¡Ay, Padre tan soberano¡ 
 No hay nadie que te haya visto 
 sin sentir dentro el alma 
 el eco oscuro de un grito. 

 Todo aquel que a Ti te mira 
 Redentor de la humanidad, 
 ya no siente sus heridas, 
 sino las tuyas “na” más. 

         Cumpliendo con el itinerario, Nuestro Padre Jesús Nazareno andará el camino en busca de su Madre. Nuestra Señora de los Dolores le espera ansiosa, a la vez que temerosa, sabiendo que, irremediablemente, tendrá que acompañarle en su camino hacía la muerte. 

         Al llegar a su Casa de Hermandad cuán bonito sería que, alguno de nosotros, rompiendo un poco el cortejo, y queriendo verla de cerca, tuviera la oportunidad de ponerse frente a Ella, antes de que se incorporara al Desfile Procesional. Y mirándola detenidamente, descubriera los preciosos matices que los rayos del sol producen en su cara. Y cada vez que la mire, le parecerá que ese rostro en un poquito diferente. Tal vez, al verla tan hermosa, se le pasen por el pensamiento palabras como estas: 

 ¡Dolorosa¡ Te estoy mirando 
 con semblante embelesado, 
 tu cara parece otra 
 cuando ves a tu hijo amado. 

 Parece que, ensimismada, 
 estuvieras recordando 
 la nana que le cantabas 
 cuando dormía en tus brazos. 

 Y es que tienes ¡Dolorosa¡ 
 dos perfiles muy distintos, 
 uno va llorando a mares, 
 otro es de dolor contenido. 

 Tú fuiste Corredentora, 
 en Ti se encarnó el Misterio, 
 y aunque ahora estés llorando 
 lo que no tiene remedio, 
 a Ti te cabe la Gloria 
 de haberle llevado dentro. 

 Que me lo dice mi alma. 
 que eres la Madre de Dios, 
 que a mi alma se lo dice 
 tu cara llena de amor. 

 Amor con dos perfiles, 
 dos caras de un mismo llanto 
 que se clavan en el alma 
 la mañana del Viernes Santo. 

         Se van desgranando los minutos en una mañana esplendorosa de Viernes Santo, y, tanto Jesús como su Madre, a hombros de sus costaleros, van a poner fin al Desfile Procesional. 

 Cuando Jesús murió  
 eran  las tres de la  tarde. 
 El cielo se oscureció. 
 El sol se tiño de sangre, 
 y hasta la tierra tembló. 


         Cuando la noche tiende su manto bordado de estrellas sale el Santo Sepulcro, acompañado por el sonido de un viejo tambor. El cuerpo cárdeno de Cristo, embalsamado con el perfume de la noche primaveral, yace en su lecho de muerte. Cristo está sólo, sin más compañía que su propia muerte y el silencio, enlutado, de sus devotos cofrades. Los costaleros caminan con el paso largo y solemne de los cortejos fúnebres. En esa noche hasta los luceros del firmamento nos hablan de la fría muerte. 
  
 Cristo, en el sepulcro acostado,  
 Tú eres Dios y eres hombre, 
 eres consuelo y regazo 
 del que te busca en la noche. 

 Eres hombre que no muere, 
 ofrenda eterna y perenne, 
 sueño de la muerte en vela, 
 mientras en la tierra duermes. 

 Viniste sólo a redimir, 
 a socorrer a quien muere, 
 y dar muerte, para siempre, 
 a la muerte, con tu muerte. 

 Ojala todo cristiano 
 ensimismado en tu cara, 
 contemple tu cuerpo muerto 
  y se reconforte en tu llaga. 

 Reavive en Ti su fe 
 para salvar su alma, 
 y así aliviar el dolor 
 que se refleja en tu cara. 

 De tus brazos desclavados 
 y de tus manos llenas de llagas 
 penden nuestros pecados 
 que tu amor nos perdonara. 

 ¡Cuántas penas y aflicciones 
 en tu martirio hemos visto¡ 
 Ahora comprendo tu nombre 
 ¡Santo Entierro de Cristo¡. 
        
         Tras el Santo Sepulcro, con el cuerpo yaciente de Cristo, camina su Madre María Santísima de la Soledad. No cabe más pena ni más dolor en su cara. Es su Madre la que lo acompaña en ese doloroso trance. La emoción y el fervor popular alcanzan su más alto sentimiento.   
 Parece que presintieras 
 que, en tu divino regazo, 
 recogerás a tu Hijo 
 la noche del Viernes Santo. 

 En tu regazo de Madre 
 vengo a dejar mi plegaria, 
 que es una flor pasionaria 
 deshojada ante la Cruz. 

 Te rezo por el que llora, 
 por el que sufre tristeza, 
 te rezo por quién no reza, 
 por quién no busca tu luz. 

 Te rezo por los cofrades 
 que ya cumplieron su anhelo, 
 y están contigo en el cielo 
 junto al trono del Señor. 

 Por ellos, y por nosotros 
 es mi oración costalera, 
 una plegaria sincera 
 y una súplica de amor. 

 Yo también te llevo dentro 
 de la Soledad, Señora, 
 y no me cabe más gloria, 
 Madre, ni mayor sueño. 

      
   Amanece un radiante Domingo de Resurrección en Sierra de Yeguas y aparece en los cofrades ese sentimiento, algo confuso, que a todos nos embarga ese día. El cansancio y las lógicas ganas de terminar la Semana Santa, se mezclan con cierto sentimiento de tristeza. Quisiéramos que el tiempo pasara más despacio; que se detuviera en los momentos álgidos de los recorridos. Quisiéramos que el olor a cera quemada no desapareciera; que las marchas no dejasen de sonar; que no dejaran de escucharse la saetas… ¿Qué nazareno no ha soñado, oculto bajo su capirote, con sentir todo el tiempo esa cercanía con Dios que se siente cuando se acompañan a los pasos de nuestros Titulares?. De pronto una gota de cera, que nos quema la mano, nos despierta de nuestro sueño… Ese despertar tiene que ser la imagen de otro despertar más íntimo, más profundo. Es el despertar que nos dice que no hace falta estar soñando para sentirse cerca de El. Simplemente es necesario reconocer en nosotros mismos, debajo de todas esas capas de materialismo que nos hemos echado encima, a ese ser solidario que llevamos dentro. A ese cofrade y hermano para quien todos los días son Semana Santa, porque todos los días es capaz de querer a los demás y tenderles una mano. 
  
 En el campanario, a porfía, 
 las campanas se han puesto a cantar 
 un requiebro por alegrías 
 que nos hace despertar. 

 Que no estás sola, María, 
 que tu Hijo, que estaba muerto 
 al llegar las claras del día 
 acaba de resucitar. 

 Y Sierra de Yeguas será una fiesta  
 cuando avance la mañana,  
 que se iniciará en esta Iglesia  
 terminando así su Santa Semana.  


          Y para finalizar mi pregón permitidme que, imaginando la entrada en el templo de mi Jesús de la Humildad, tras su Estación de Penitencia, le recite una saeta. Y digo recitar porque cantarla no se.  

 ¡Padre mío, Jesús de la Humildad,  
 con el corazón te pido,  
 a Ti, que  tanto poder tienes,  
 sólo salud, Padre mío,  
 para verte el año que viene¡  


         Buenas noches y muchas gracias.



1 comentario:

  1. Buenas noches, enhorabuena a DON JOSE AROCA AROCA por el gran pregón que ha realizado, tenia ganas de leer lo y por fin lo he conseguido, gracias a LA HERMANDAD DE NTRO. PADRE JESÚS DE LA HUMILDAD por darme esa oportunidad de disfrutar, emocionarme y recordar esos años tan maravillosos que pase en SIERRA DE YEGUAS, siempre os llevare en mis pensamiento. saludos

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